El mundo en el que vivimos ha sido diseñado por y para los hombres. Sí, en masculino. Y es que mientras la marea violeta se prepara para un nuevo y combativo 8M, las desigualdades de género siguen enquistadas en nuestra realidad. Los datos dan prueba de ello. La violencia contra las mujeres sigue haciendo estragos. La brecha salarial entre hombres y mujeres persiste hasta nuestros días, mientras ellas, además, cargan con hasta el 75% del trabajo invisible y no remunerado que implica el cuidado del hogar y de la familia. Pero eso no es todo. Pero eso no es todo. El relato que hemos construido sobre la historia de la humanidad también gira alrededor de ellos, destacando sus logros como los únicos protagonistas. Incluso la ciencia, ese estamento tan aparentemente neutro e imparcial, ha avanzado tomando como referencia el conocimiento aportado por los varones, creando así un conocimiento sesgado que distorsiona la veracidad de sus resultados.
La periodista y activista británica Caroline Criado Pérez resume el origen y las consecuencias de muchos de estos sesgos (más o menos conscientes) en el aclamado libro ‘La mujer invisible’ (Seix Barral). “Tomar el modelo masculino como referencia universal, como neutral, produce una distorsión de base. Significa que cuando se diseñan cosas que sirven para todo el mundo, se diseñan para ellos. Eso tiene un coste humano y económico”, explicó la autora a este diario. Y es que mucho del sexismo que persiste hasta nuestros días se basa en la (equivocada) idea de que el vivimos en un mundo neutro. Pero ni los humanos somos totalmente objetivos, ni los datos son imparciales. Prueba de ello, estas diez historias que muestran como las mujeres siguen siendo invisibles en un mundo de hombres. Pero ni los humanos somos totalmente objetivos ni los datos son imparciales.
Gran parte del conocimiento que tenemos sobre nuestra especie y, sobre todo, sobre nuestra salud, parte de estudios en los que se ha tomado como referencia el molde de un hombre caucásico, de entre 25 y 30 años y unos 70 kilos. Y ha sido hasta ahora la imagen del ser humano de referencia encargado de representar a todos los demás, creando así un conocimiento fragmentado y poco inclusivo. Este sesgo de base también ha acabado distorsionando las ideas que configuran nuestra visión del mundo. Si no, basta fijarse en cómo se habla de la «historia del hombre» como sinónimo de «historia de la humanidad».
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