Si tuviéramos que crear un nuevo catálogo que refleje la biodiversidad de nuestros días, algo así como un arca de Noé actualizada, es posible que, además apostar por el clásico abanico de especies presentes en la naturaleza, también acabáramos incluyendo una muestra de animales modificados en los laboratorios. Y es que estas criaturas engendradas de manera artificial por los científicos albergan ahora la esperanza de muchas investigaciones. Un reciente estudio publicado en la revista ‘Science’, por ejemplo, anuncia el éxito de un experimento con mosquitos en el que, gracias a herramientas de edición genética, se ha logrado suprimir la capacidad de estos insectos para transmitir enfermedades como el dengue. Un logro que, como tantos, se presenta matizado por el debate sobre sus implicaciones éticas.
Pero antes de sumergirnos en la discusión bioética, primero aclaremos de qué se trata el trabajo. Un equipo de investigadores ha creado una nueva generación de mosquitos que, sin perder su esencia insectil, incorporan un nuevo anticuerpo que impide la propagación de todas las variedades del virus causante de la enfermedad del dengue. En condiciones de laboratorio, donde el sistema está simplificado y bajo control, todo parece funcionar perfecto. Y, si las predicciones se cumplen, liberar a estos mosquitos en áreas de riesgo de dengue podría bloquear la transmisión del virus y así salvar millones de vidas. Pero… ¿ funcionará?
«No podemos estar del todo seguros. No sabemos si la modificación se mantendrá estable y si las poblaciones de mosquitos modificados se adaptarán bien a las condiciones naturales. Tampoco sabemos cómo reaccionará el ecosistema ante este cambio. En el mejor de los casos simplemente podría colapsar la población de estos insectos modificados, pero también podríamos favorecer un cambio en las preferencias del virus hacia otra especie de mosquito sin el anticuerpo y en la que la infección se desarrolle mejor», explica Elena Gómez Díaz, investigadora en el Instituto de parasitología y biomedicina López-Neyra (IPBLN-CSIC). «En la naturaleza tenemos que evaluar riesgos y beneficios antes de actuar», añade. Y es ahí donde aparece la contienda ética.
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