Las abarrotadas calles de Nápoles enmudecen cuando el equipo azzurro pisa el terreno de juego. La ciudad entera se sumerge en un silencio tenso, roto solo por los improperios de los tifosi, que resuenan como contracrónica del partido, y los ensordecedores gritos colectivos que enaltecen las jugadas de éxito. Y es que, en suelo napolitano, los goles resuenan literalmente en el terreno. El observatorio sismológico del durmiente Vesubio recoge el registro de estos momentos de gloria futbolística en forma de pequeños seísmos que rompen la deseada calma para un terreno volcánico. Ahora, la metrópolis se prepara para acoger al FC Barcelona en el partido de ida de los octavos de final de la Champions.
En los altares callejeros, las imágenes de los futbolistas acompañan a las estampitas de los santos canónicos. Estas composiciones, entre lo divino y lo profano, sirven para atraer a la buena suerte. Por superstición. «Per scaramanzia», como dicen los napolitanos. En los mercadillos, los comerciantes vociferan para anunciar los productos imprescindibles para acudir a la cita futbolística. Camisetas, bufandas y amuletos, a cual más ingenioso, para animar al equipo local.
Pero también algún que otro guiño para los adversarios. «No es una burla, es ironía napolitana», explica Ciro, dueño de un pequeño negocio ambulante de suvenires futbolísticos. «Tenemos papel higiénico con el escudo del Barça, pero poco. Es un equipo amigo. No como la ‘Ju-merdus‘ [combinación del término Juventus con, bueno, ya saben…]. Para esos no damos abasto con el papel. Y eso que tenemos desde el escudo del equipo hasta la cara de todos los del equipo, incluido el presidente», comenta jocoso.
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