«Estamos aquí, gritando, para que las trabajadoras del hogar que viven internas en estos hogares oigan que estamos a su lado. Este 8 de marzo empezamos nuestra marcha aquí por ellas, que ni pueden salir ni pueden unirse a la huelga», exclamaba decidida Isabel Valle, de la plataforma Mujeres Unidas Entre Tierras, esta mañana. Este domingo, en Barcelona, las reivindicaciones del Día de la mujer han inundado las calles desde primera hora. Apenas eran las ocho y media de la mañana cuando en la estación de ferrocarriles de Sarrià más de cincuenta personas se reunían para ‘Descolonizar la ruta‘ de las manifesitaciones bajo el paraguas de la plataforma ‘Diverses 8M’. Su objetivo, visibilizar las voces (y, sobre todo, las reivindicaciones) de mujeres migrantes, racializadas, refugiadas y con trabajos precarios. «Necesitamos que nos escuchen, que se nos valore, que se nos respete», reclamaba una de las manifestantes.
La concentración, los gritos y los cantos de este colectivo empezaban en una de las zonas más pudientes de la ciudad. Porque es ahí donde están muchas de las trabajadoras del hogar contratadas como internas. Y es ahí donde surge el primer foco de solidaridad entre mujeres. «Muchas de las internas trabajan como esclavas. Tienen que estar disponibles 24 horas al día y apenas tienen una tarde libre a la semana. Cobran poco, tienen que pagar los gastos que generan en el hogar y no tienen ninguna seguridad laboral», recalcaba Valle junto a sus compañeras, que sostenían una pancarta en la que se reclamaba la ratificación del artículo 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre trabajadores domésticos. «Pedimos que las trabajadoras del hogar tengan un salario digno, derecho a paro, baja maternal y por enfermedad», recordaba la activista.
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