La invención del orgasmo instantáneo

Los primeros prototipos de los mal llamados succionadores de clítoris, los juguetes eróticos que casi nadie conoce por su nombre, sino por el de la empresa que con más fortuna lo ha comercializado, Satisfyer, no fueron alentadores. Era el año 2014 y aquello amenazaba con terminar tan abruptamente como la historia del Zeppelin. En Metten, un pueblo de Baviera de apenas 4.000 habitantes e iglesia de cúpulas acebolladas, Michael Lenke, sesentón entonces e inventor de profesión, tenía un reto en mente.

«Leí en un artículo médico que la mitad de las mujeres tienen problemas para alcanzar el orgasmo». Con más de 100 patentes a sus espaldas (sobre cómo cultivar plantas en macetas enanas, por ejemplo), intuyó de repente la oportunidad de su vida, un artilugio estupendo para un cuarto de la población mundial. «El primer prototipo fue en realidad una bomba de acuario modificada«, explica gentilmente para EL PERIÓDICO. Brigitte, su esposa, fue el conejillo de indias para aquella ocasión. A Nemo le fue bien con la bomba del acuario para evadirse de la pecera. A Brigitte solo le deparó sinsabores. Las críticas, como usuaria, fueron nefastas. Pero Lenke no se rindió. Dedicó un año y medio a la búsqueda de la solución tecnológica perfecta. Y la encontró. Acababa de inventar el orgasmo instantáneo sin sexo.

Dicen que será el regalo estrella de estas navidades. También del ‘Black friday’. Lo cierto es que esta suerte de epifanía sexual colectiva hace meses que dura. Pau Sangüesa, dueño del ‘sex shop’ Delicatessen de Gràcia, sitúa la eclosión de las ventas hace medio año. El cartel de agotadas las existencias comenzó a colgarse intermitentemente hace dos meses. Algún cercano negocio de la competencia ha llegado a abrir una lista con hasta 60 clientas en lista de espera, muchas de ellas totalmente profanas en materia de juguetes sexuales.

La escasez de unidades puede que no haga más que retroalimentar la leyenda. Si lo que ustedes buscan aquí son los chistes más graciosos sobre el mal llamado succionador de clítoris (no, no hace eso, y los que lo hacen son poco recomendables sucedáneos), mejor sintonicen con cualquier programa de entretenimiento en televisión o busquen ‘memes’ en Twitter. Aquí lo que encontrarán son los orígenes del invento, sus atropellados primeros pasos y, sobre todo, la opinión de dos sexólogas que merecen ser escuchadas.

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