En Barcelona, una capilla del siglo XIX alberga el que podría ser el corazón del futuro. Mientras la luz se filtra por las vidrieras de la Torre de Girona, en los circuitos del superordenador Marenostrum laten miles de datos con los que se simula un corazón humano. Y es que el Barcelona Supercomputing Center (BSC-CNS) alberga a día de hoy el pulso de una iniciativa pionera para crear una copia computacional de este órgano. La sangre, los tejidos y la electricidad que caracterizan las entrañas confluyen ahora en el proyecto Alya Red, que ya ha logrado traducir el pulso vital a un lenguaje matemático.
A corto plazo, estos ‘clones virtuales’ servirán para mejorar la investigación sobre este órgano, testar fármacos de manera instantánea e incluso optimizar el implante de dispositivos biomédicos como los marcapasos. A largo plazo, la iniciativa promete la posibilidad de estudiar cada uno de estos procesos sobre una copia de nuestro propio corazón. Y, aunque para muchos todo esto pueda sonar un tanto frívolo, la clave está en saber que este órgano situado en el centro del aparato circulatorio varía tanto de persona a persona como las huellas dactilares.
«Con solo pulsar una tecla podremos hacer latir centenares de corazones virtuales en el superordenador para estudiar cómo reaccionará cada uno de ellos ante una enfermedad y cómo deberíamos actuar en cada caso», argumenta Alfonso Santiago, investigador del proyecto Alya Red. «En un futuro, podremos saber cómo latiría un corazón tras un infarto y en qué lugar es mejor instalar un marcapasos para que este sea realmente efectivo. Esta información es increíblemente valiosa para los pacientes, ya que asegura que los tratamientos que se les aplican van a estar diseñados a su medida y no basados en un protocolo genérico que quizás para ellos no vaya a ser efectivo», añade el bioingeniero.
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