El límite entre la vida y la muerte, o al menos como lo entendemos desde el punto de vista científico, podría empezar a desvanecerse. Un nuevo estudio, publicado este mismo miércoles en la revista ‘Nature’, anuncia que se ha logrado «restaurar y preservar algunas funciones y estructuras celulares en el cerebro de cerdos que habían sido decapitados por producción alimentaria cuatro horas antes». Es decir, se ha conseguido que un órgano que consideraríamos muerto vuelva a tener sangre fluyendo por la mayoría de arterias y vasos sanguíneos, el metabolismo cerebral reactivado e incluso conexiones sinápticas espontáneas a nivel celular. La hazaña científica, sin embargo, queda matizada por la cautela sobre las incógnitas que rodean el funcionamiento del cerebro. De hecho, no hay evidencia de esta actividad cerebral inducida se pueda relacionar directamente con un estado de conciencia o percepción. Esto, en términos prácticos, significaría que se ha logrado devolver al cerebro parte de sus funciones vitales pero no devolverlo a la vida.
La técnica con la que se ha logrado este excepcional logro, desarrollada por un equipo internacional de investigadores y bautizada como BrainEx (BEx), consiste en un sistema de perfusión (inyección de fluidos) con el cual se introducen en el cerebro una serie de sustancias para atenuar la muerte celular y resucitar el metabolismo cerebral, sin necesidad de un aporte previo de oxígeno, glucosa u otros nutrientes al órgano. Mediante esta tecnología, los investigadores experimentaron sobre un total de 300 carcasas de animal y, tras pulir la práctica, lograron reanimar los cerebros de 32 cerdos durante unas seis horas.
En estos, a pesar de que los fluidos volvieron a circular en un contexto post mortem, los encefalogramas mostraban una línea plana, lo que a efectos prácticos sería un indicador de muerte cerebral. A pesar de esto, el método, ya de por sí novedoso, es presentado ahora como un desafío a dos de las grandes premisas sobre la muerte. La primera, que la actividad neuronal desaparece definitivamente unos minutos después de la pérdida de flujo sanguíneo en el cerebro. La segunda, que la muerte celular (y, por lo tanto, del órgano) es irreversible.
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