El rinoceronte blanco del norte no se ha extinguido. O al menos no del todo. Tras el sacrificio debido a su avanzada edad de Sudán, el único macho de esta subespecie africana, su hija y su nieta son los últimos supervivientes de una subespecie que, en la década de 1970, llegó a contar con 500 ejemplares. Ahora el destino de los rinocerontes blancos del norte está en manos de la ciencia o, mejor dicho, de la genética. «Durante muchos años hemos vivido campañas de concienciación global para salvar a los rinocerontes blancos. La muerte de Sudán demuestra que lo que hemos hecho hasta ahora no ha servido de mucho. Ahora, gracias a la tecnología tenemos una oportunidad de restaurar la especie», explica Oliver Ryder, director de investigación del zoo de San Diego.
La última esperanza para salvar la subespecie africana se encuentra en el Instituto de Investigación del zoo de San Diego, congelada y bajo llave. Se trata del Frozen Zoo, un banco genético en el que se conserva el ADN de más de 120 especies, entre las cuales se encuentra el casi extinto rinoceronte blanco del norte. El plan para ‘resucitar’la subespecie pasa por recuperar el material genético de los tejidos que tienen almacenados. Posteriormente, se plantea obtener células primordiales como ovocitos y espermatozoides. Con todo el material genético listo, se buscará una madre subrogada para efectuarle una fecundación in vitro. Los investigadores plantean que, para entonces, el embrión se implantará en una hembra fértil de rinoceronte blanco del sur, una subespecie que, a día de hoy, cuenta con más ejemplares.
Tomás Marqués-Bonet, director del Instituto de Biología Evolutiva (CSIC-UPF), añade: «Lo que se está planteando es una de-extinción. Es decir, crear una nueva población de una especie que está desapareciendo. Si conseguimos células madre del rinoceronte blanco del norte podremos convertirlas en lo que sea y, gracias a ello, recuperar la especie». La esperanza para la familia de Sudán, por lo tanto, está ahora en manos de la ciencia.
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