Si la bondad es (o no) una característica innata de los humanos ha sido, es y seguirá siendo tema de discusión para los filósofos y demás expertos de la moralidad humana. Sin embargo, ahora una nueva investigación arroja luz a esta cuestión apuntando a que las personas tendemos a aferrarnos mucho más a las buenas impresiones sobre los demás que no a las malas. Una característica que, de acuerdo con los investigadores de la Universidad de Oxford en Yale, podría ayudar a entender en qué medida los humanos tendemos a perdonar (o no) al prójimo.
Este nuevo estudio, publicado en la revista Nature Human Behavior, indaga en la supuesta flexibilidad humana para juzgar y perdonar a los transgresores morales. Un mecanismo social que contribuiría a la adaptación de las personas a un grupo y, consecuentemente, a su manera de relacionarse con los individuos de su entorno.
«El cerebro forma impresiones sociales de una manera que puede permitir el perdón», explica Molly Crockett, psicóloga de la Universidad de Yale y autora principal del artículo. «Debido a que las personas a veces se portan mal por accidente, como humanos tenemos que ser capaces de actualizar las malas impresiones de aquellos que se equivocan. De lo contrario, podríamos terminar las relaciones prematuramente y perderíamos muchos de los beneficios de las conexiones sociales».